CONFÍA EN TU INCONSCIENTE, ¡SABE MÁS QUE TÚ!

Esta es una célebre frase de Milton Erickson, considerado, tal vez, el más grande terapeuta que haya existido. En sus últimos años lo visitaban personas de los lugares más recónditos del planeta. ¡En una época en la que no existía la hiperconectividad de las redes sociales!

La frase sintetiza magistralmente su impronta, su particular y personalísimo modo de abordar el desarrollo humano. Esa era, condensada en pocas palabras, su propuesta para desplegar al máximo las potencialidades de las personas que lo consultaban.

¿Cómo es esto de ‘confiar en el inconsciente’? Esa misteriosa caja negra repleta de contenidos desconocidos, inciertos… quizás hasta peligrosos. ¿Cómo se puede decir que MI inconsciente sabe más que YO? ¿No somos lo mismo? ¿No somos uno? La frase es paradojal. En cierto sentido, contradictoria. En cierto sentido, coherente.

¿Alguna vez te ocurrió que no sabías cómo resolver un problema y de pronto encontraste la solución cuándo pensabas en otra cosa? Es decir, que encontraste la solución del problema exactamente cuándo NO pensabas en él. ¿Te ocurrió? Apuesto a que sí. A todos nos ocurrió alguna vez.

¿Alguna vez necesitaste tomar una decisión y alguien te aconsejó ‘consúltalo con la almohada’? O tal vez fuiste tú el que dio ese consejo. Apuesto a que sí. A todos nos ocurrió alguna vez.

Pues de eso se trata, de entregarse a las corrientes del inconsciente como quien se deja llevar río abajo, confiando en que ese movimiento es armónico, orgánico, naturalmente orientado hacia nuestra realización. Erickson tenía una concepción del inconsciente distinta de la de Freud. Para éste, se trata de un cúmulo de contenidos reprimidos, es decir, allí yace lo que la conciencia no tolera. En cambio, para Milton, el inconsciente es una fuente inagotable de recursos y fortalezas naturales.

Esta diferencia no es sólo teórica, es práctica. Erickson confiaba en la capacidad original de sanar de las personas. Si bien entendía que el inconsciente es infinitamente sabio, también consideraba que podría haber tenido aprendizajes erróneos. De este modo la terapia es, ante todo, una experiencia de reaprendizaje. En sus palabras, la terapia debía pensarse ‘no como una cura, sino como un medio para establecer un clima favorable en el que aprender’.

Él no consideraba necesario el análisis de los procesos inconscientes. Prefería el abordaje indirecto para evitar los mecanismos defensivos y optaba por brindarles a sus pacientes experiencias de aprendizaje a través de la hipnosis y/o de la asignación de las más diversas (y a veces disparatadas) ‘tareas’ o actividades dentro o fuera de la sesión.

Compartimos algunos ejemplos:

Milton Erickson

Milton Erickson

‘Una madre acudió a Erickson y le dijo que su hija adolescente se había retirado del mundo y que no podía salir de la casa ni ir a la escuela ni a ningún sitio. Tenía la idea de que sus pies eran demasiado grandes y que no debía mostrarlos en ningún lugar.  Erickson acudió a la casa y observó que los pies de la niña eran de un tamaño normal. Usó la excusa de que su madre no se encontraba bien y que como médico le hacía una visita a domicilio. Examinó a la madre y entonces le pidió a la hija que le ayudase estando detrás de él, sosteniendo toallas o cualquier cosa que pudiese necesitar. Cuando la niña estuvo justo detrás de él, dio un paso hacia atrás y la pisó tan fuerte como pudo, hasta que la niña gritó de dolor. Erickson se giró y le dijo agriamente “lo siento, si tus pies fuesen lo suficientemente grandes como para verlos no te habría pisado”. Continuó examinando a la madre mientras la hija parecía pensativa. Más tarde, la madre le llamó a Erickson y le dijo que su hija le había preguntado si podía salir a ver una película y posteriormente salió. Al día siguiente fue al colegio. El problema estaba superado.’

El siguiente es un relato en primera persona de Jeff Zeig, discípulo de Milton:

 

‘En aquel tiempo yo era un consumado fumador en pipa. Era mi hobby. Tenía muchas pipas caras, mezclas de tabaco hechas expresamente para mí y otros accesorios. Se adaptaba a mi autoimagen como un dedal. Erickson me vio fumar en pipa en su patio antes de nuestra sesión. Cuando nos encontramos, empezó a contarme una larga y vaga historia a propósito de un amigo suyo que fumaba en pipa. El amigo, me dijo, tenía planteado un buen número de dificultades ligadas a esta actividad. Por ejemplo, no sabía dónde poner la pipa en la boca: ¿tenía que ponerla en el centro, un centímetro a la derecha, un centímetro a la izquierda? En suma, fumar en pipa era incómodo para él.

Además, sentía vergüenza al poner el tabaco en la pipa. ¿Tenía que usar el instrumento previsto para ello? ¿Debía usar el pulgar? ¿Tenía que usar el índice? También eso lo incomodaba. Es más, el amigo se sentía a disgusto cuando tenía que encender la pipa: ¿era mejor hacerlo poniendo la llama delante, detrás, a la derecha, a la izquierda? Otra causa más de vergüenza.

Todo el tiempo estuve pensando: ¿Por qué me está contando esta historia? Me parece a mí que fumar en pipa no me incomoda. Erickson continuaba. El amigo no sabía cómo sostener la pipa. ¿Tenía que hacerlo con la izquierda o con la derecha? ¿Tenía que sostenerla por el hornillo o por la boca? Incomodidad. El amigo no sabía cómo echar el humo de la boca. ¿Soplaba hacia arriba, hacia abajo, de lado? De incomodidad en incomodidad.

Finalmente se sentía incómodo porque no sabía si apoyar la pipa y, de ser así, dónde hacerlo. ¿Tenía que sujetarla en la mano? ¿Tenía que apoyarla en la mesa? No hace falta decirlo: otra causa más de incomodidad. Erickson siguió contando la historia durante una hora. Jamás había pensado que hubiese tantos motivos para sentirse incómodo mientras se fumaba en pipa.

Al día siguiente a la sesión salí de Fénix para regresar a la zona de San Francisco, donde vivía entonces. Cuando llegué a California, me dije: No volveré a fumar. Dejé la pipa para siempre. No quería fumar en pipa. Desde entonces, nunca he vuelto a fumar en pipa. Nunca.

Una parte de la técnica de Erickson consistía en la destrucción de un modelo. Llegué a ser demasiado consciente del proceso de fumar y eso me hizo sentirme efectivamente incómodo. Además, si había alguien que yo quería que no pensara que me sentía incómodo, esa persona era Milton Erickson. Luego la pipa ya no me pareció atractiva. Pero el mérito de dejar de fumar fue sólo mío. La fuerza de la decisión vino de mí mismo. Erickson hizo poco. No me dijo que dejara de fumar. No me advirtió sobre los riesgos para mi salud. Sencillamente me contó una historia.  Fui yo quien hice algo constructivo’.

 

En estos dos relatos queda ejemplificado como Milton lograba generar respuestas nuevas a partir de ofrecer experiencias nuevas a sus pacientes. Su maestría radicaba en la inteligencia para diseñarlas y lograr aprender algo nuevo. Además, como dice claramente Jeff Zeig, el dueño de la nueva respuesta, del nuevo aprendizaje, es el paciente. Él y sólo él es responsable del cambio, no el terapeuta y su brillante interpretación de los procesos inconscientes.

En los dos ejemplos, los pacientes activaron sus recursos internos para lograr el cambio. Recursos que siempre estuvieron, están y estarán disponibles, sólo que fuera del registro consciente. Decía Erickson: ‘La mente inconsciente actúa como un gran almacén de recuerdos, estos aprendizajes deben estar allí porque no puedes recordar conscientemente todas las cosas que sabes’.

Es algo así como tener una caja de herramientas con todas –absolutamente todas- las herramientas que necesitamos tener, para hacer todas –absolutamente todas- las tareas que necesitamos hacer. Sólo que son tantas que olvidamos que las tenemos. ¿Alguna vez te ocurrió que necesitabas algo (un artículo de escritorio, una herramienta, un utensilio de cocina), saliste a la calle, lo compraste y luego descubriste que en realidad ya lo tenías en tu casa, en un cajón, un estante, un armario? Apuesto a que sí. A todos nos ocurrió alguna vez.

Pues bien, de eso se trata.

Ya sea que elijas, o no, un acompañamiento profesional para tu proceso de desarrollo personal, bien vale tener presente este modo de abordar la búsqueda de soluciones: lo que necesitas de ti mismo ya está dentro de ti. Por supuesto que requiere un trabajo identificar y activar ese recurso. No decimos que sea fácil, pero tampoco decimos que sea difícil. Y, decididamente, es distinto abordar el proceso desde la carencia que desde la suficiencia.

‘Cuando ves un jardín puedes ver las flores o la mala hierba’, decía Milton. Elije ver las flores, elije ver tus recursos. ‘Confía en tu inconsciente, ¡sabe más que tú!’

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